sábado, 26 de marzo de 2016

LA PRINCESA DE FUEGO.


Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo mas valioso, tierno y sincero a la vez. el palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra, una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
-Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. 
Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego". 
Y como la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.

lunes, 8 de junio de 2015

El niño y los clavos




Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.
Mal genio
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.




Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca.



Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.

Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal.

Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN

sábado, 6 de junio de 2015

HUGA,LA TORTUGA




¡Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Huga, la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Pasaron unos días y Huga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.
Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

DANIEL Y LAS PALABRAS MAGICAS...





El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de letras brillantes.


En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.


Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.




Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.





Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.


Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.


Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien:gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.


Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye.


Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los demás.


Porque si tú eres amable, todos son amable contigo.

LAS ABEJITAS JUGUETONAS...




En un panal había tres abejitas, que por primera vez iban a buscar néctar de las flores del campo. La reina de las abejas le dio un cántaro vacío a cada una y les ordenó traerlos bien llenos al caer la tarde. Las abejitas partieron volando a cumplir su tarea. La abeja mayor empezó inmediatamente. La del medio, se dedicó a escuchar las historias que le contaban las flores y los insectos. La más pequeña juntó muestras de todos los colores que encontraba en las florecillas. Sin que se dieran cuenta, de lo entretenidas que estaban, llegó la hora de volver al panal. En la entrada las esperaba la reina y su corte. La abejita mayor entro con su cántaro lleno y fue felicitada por todas las abejas. Luego le tocó a la del medio. Cuando mostró su cántaro con solo la mitad con néctar, la reina le dijo enojada:


“¿Eso es todo lo que traes?” “No”


, dijola abejita.


“Además tengo muchas noticias y chismes que me contaron las flores y los insectos.”


& así entretuvo a la reina y al panal por mucho tiempo. Las abejas también la felicitaron. Le tocó a la más pequeña. La reina le preguntó:


“¿Y tú, cuánto néctar traes?”


, la chiquita dijo:


“Yo, traigo un tercio del cántaro con néctar y muchos colores, para que todas nos untemos y nos "seamos muy lindas...”


Las abejas se pintaron e hicieron una gran fiesta. Ese día aprendieron que todos los talentos son bienvenidos en el panal.



miércoles, 3 de junio de 2015

La Montaña & El Pajaro


Cuentos para niños - Amistad & Lealtad
Hace muchos años, en un lugar muy lejano, vivía una montaña solitaria y estéril. La montaña estaba terriblemente sola. Veía salir y ponerse el sol, el día y la noche. Pasaban las estaciones: primavera, verano, otoño e invierno y nadie se acercaba a ella. Veía alejarse a las nubes, y cómo la lluvia caía en silencio. Aún así, la montaña intentaba comunicarse hablando en alto:

- ¡Hooolaaa! ¡Hooolaaa!

Pero nadie le contestaba, hasta que un día, mientras observaba a una bandada de pájaros volando por ella, de repente, sintió que uno de aquellos pájaros se pasaba en su hombro. Y comenzaron a hablar... El pájarito le contó historias de los lugares que había visitado, las cosas que había visto, y que es lo que sentía al dominar los cielos y conquistar el espacio. La montaña escuchaba embelesada, pero pronto llegó el día en que el pequeño pájaro tenía que reunirse con su bandada y proseguir su viaje. Pero prometió volver al próximo año con nuevas historias.


La montaña suspiró y esperó con impaciencia a que el pájaro regresara.

Y al año siguiente, el pájaro cumplió su promesa. Y lo siguió haciendo año tras año, contando historias emocionantes de todo lo que había visto. Y así, la montaña ya no se sentía ni triste ni sola, porque tenía un amigo que le era fiel y leal.

Sin embargo, el pájaro se fue haciendo mayor y un día le dijo a la montaña:

- Me estoy quedando mayor y el año próximo mis alas ya no podrán soportar un viaje tan largo. Así que esta será mi última visita, amigo.

La montaña, de triste y apenada, casi se puso a llorar. Pero el pájaro la consoló diciendo:

- No te preocupes, mis hijos vendrán a visitarte y te contarán las aventuras de sus viajes.

Volvió a caer la lluvia en silencio y las nubes se alejaron después de la montaña. Hasta que un día una bandada de pájaros volvió a aparecer cerca de ella y tres pájaros jóvenes se posaron en su hombro y empezaron a contarle nuevas y curiosas historias. Eran los hijos del pájaro amigo de la montaña.

Y así fue como la montaña no volvió a quedarse sola. Cuando los tres pájaros se hicieron mayores mandaron a sus hijos a hacerle compañía a la montaña, y luego fueron los hijos de sus hijos... Y la montaña siempre ha podido contar con la compañía y las historias de sus pequeños amiguitos.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado...

El gusanito Pepito


Érase una vez un gusanito llamado Pepito. Pepito, que era muy chiquitín, vivía en un bonito jardín, muy verde, y con muchas flores. Hasta tenía su propia laguna, en la que vivían muchos peces de colores.


Pepito, que siempre había sido muy curioso, quería atravesar la laguna para llegar al otro lado del jardín, donde se decía que había un gran tesoro.
Un día, cuando Pepito reunió unas cuantas hojas de morera y dos miguitas de pan, cogió su mejor gorra, una sombrillita de margarita y se encaminó a recorrer su gran aventura.
El día era espléndido, el sol brillaba, el cielo estaba muy azul y corría una suave brisa muy leve que a Pepito le producía una agradable sensación.
Por el camino, iba cantando cuando, de pronto, se encontró con una mariquita que estaba llorando en una piedrecita.
- ¿Qué te pasa, amiga mariquita?, preguntó Pepito.
- Pues que he perdido uno de mis puntitos negros", respondió la mariquita.
- ¡Qué cosa tan grave! Pero no te preocupes, yo te ayudaré.
Juntos, se pusieron a buscar el puntito negro que se había perdido. Buscaron bajo las piedras, por encima de las flores, detrás de los árboles, pero nada, no estaba por ningún sitio. De pronto, mientras caminaban, Pepito vio algo en el pie de su amiguita.
- Acércate, Mariquita, que tienes algo en el pie.
Entonces, al observar el pie, se fijaron en que el puntito estaba ahí, se había caído y, sin querer, la mariquita la llevaba pegada en el pie.
- Muchas gracias. Como regalo por tu ayuda te daré esta cuerda mágica que nunca se acaba.
Pepito, muy feliz, la cogió y prosiguió su camino. Iba saltando cuando, de nuevo, encontró otro amiguito llorando. Esta vez, era un saltamontes tristón.
- ¿Qué te pasa, amigo saltamontes
- Pues que se me ha roto la cuerda de mi violín.
- No te preocupes, amigo mío, pues aquí llevo cuerda para arreglarlo.
Tan pronto como lo dijo, sacó de su mochila un trozo de cuerda mágica, y arregló el violín.
-Muchas gracias, Pepito. Ahora puedo tocar mi violín horas y horas y, como recompensa, te daré ese trozo de tela mágico al que sólo tienes que pedir en qué quieres que se convierta, y así lo hará.
Pepito, siguió su camino, muy feliz, porque había podido ayudar a dos bichitos. De nuevo, otro bichito lloraba y lloraba, esta vez era una abejita.
- ¿Qué te pasa, amiga abeja?
- He perdido mi sombrerito.
- Tranquila, amiga, aquí tengo tela mágica y podré hacerte un sombrero nuevo.
Pepito sacó un trozo de su tela y le pidió que se convirtiera en el sombrerito más bello del mundo, y así lo hizo. Le dio el sombrerito a su amiguita nueva, y ésta, de la felicidad, le hizo un regalo.
- Aquí tienes un silbato mágico. Con él podrás llamar a cualquier insecto que esté cerca tuyo y, tan sólo con mostrárselo, te ayudará sin dudarlo.
Pepito prosiguió su camino, y al fin, llegó al borde de la laguna. La miró, y se dio cuenta de lo profunda y peligrosa que era y, además, no sabía cómo podría atravesarla. Pensó y pensó, y de pronto llegó la idea.
- Ya sé, con mi trozo de tela, haré un barquito, con el que podré pasar, pero ¿cómo podré llegar al otro lado?, si no hay nada de viento...
Tras pensar y pensar y pensar, recordó lo que su amiga la abeja le había contado.
- El silbato, ¡claro! ¿Cómo no me había acordado?
Cogió su silbato y lo sopló lo más fuerte que pudo. Al pronto, apareció una gran mariposa, la más bonita que jamás había visto.
- Dime, amigo gusanito, ¿qué te sucede?
- Pues que no sé cómo cruzar el río.
- Yo te ayudaré. Déjame un trozo de cuerda y yo tiraré de ti.
Entonces, Pepito, cogió la cuerda que su amigo la mariquita le había regalado, se la dio a la mariposa y la agarró fuerte para que tirara de él y del barquito.
En menos de media hora, Pepito ya había llegado al otro lado de la orilla.
- Gracias, amiga mariposa.
Por fin había llegado a su destino, el otro lado de la orilla, donde había escuchado que había un tesoro maravilloso. Andó y andó, siguiendo los pasos que marcaba el camino al tesoro, y por al fin llegó.
- Pero, ¿dónde está el tesoro? No hay monedas.
Pepito miró a un lado y al otro, pero no las vio por ningún sitio. De pronto, se percató de que estaban sus nuevos amigos: la mariquita, el saltamontes, la abeja y la mariposa. - - ¿Qué hacéis vosotros aquí, amigos míos
- Esperábamos que llegase nuestro nuevo amigo, un bichito al que no le importase pararse a ayudar a otro, aunque tuviera prisa por encontrar un tesoro, y al que no le importara hacerlo sin recibir nada a cambio.
Pepito, se quedó pensativo, no sabía a quién podrían estar esperando.
- Y por fin ha llegado ese bichito, eres tú, Pepito.
Pepito, se quedó boquiabierto, no se había dado cuenta de que con sus acciones, había sido amable con ellos, era una cosa natural el ayudar.
- Como eres el bichito esperado, Pepito, queremos decirte que el tesoro del que hablaban todos es la amistad y que, pase lo que pase, nunca perderá valor ni se podrá vender o perder.
Pepito se alegró muchísimo de haberles encontrado, ya que podría jugar y contar con ellos por siempre jamás, pues la amistad, es el mejor tesoro del mundo mundial.



Natividad Redondo